LUNES. 6 a.m: acabo de despertarme. Todavia estoy cansado y creo que quiero volver a casa. En los últimos días he visto demasiadas cosas y añoro mucho a mi familia y la normalidad que habia a diario en mi vida.
LUNES. 11 p.m: creo que todavía estoy temblando. Acaba de morir un niño en mis brazos y creo que nunca podré olvidar su última mirada. Esa sensación de vacio, de no tener ganas de sobrevivir... No he visto ni veré nada peor en mi vida.
LUNES. 3 p.m: el día no puede ir a peor. Ha habido saqueos en el centro y se han llevado toda la comida y el agua que nos enviaban. Multitud de gente se ha agolpado a las puertas de mi residencia y estoy atrapado sin poder salir. Todo es demasiado complicado.
LUNES 6 p.m: parece que la situación empieza a mejorar. Ya no hay rastro de gente delante de mi puerta y por fin podré acudir a terminar el trabajo de hoy. Debo de poner tres cajas más de vacunas a los pocos afortunados.
LUNES 10 p.m: es en este momento cuando me siento mal por todas mis reflexiones de esta mañana. En este momento es cuando me estoy dando cuenta de que no me he equivocado lo más mínimo viniendo hasta aquí y en este momento es cuando se que lo que estoy haciendo es lo mejor que haré en mi vida.
No ha ocurrido nada especial, pero la sonrisa que ha impregnado la cara de la madre cuando he traido a su hijo al mundo ha sido la señal que necesitaba.
Estas son algunas anotaciones que escribe David. David es un voluntario que ha viajado hasta Haíti para colaborar con la organización MSF. David es ahora un inmigrante que de forma autónoma y voluntaria vive el día a día de la pobreza.
En ocasiones piensa en abandonar, sin embargo hay veces en las que una sonrisa puede con todo.
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