Hoy he decidido hablar de un problema de salud pública que está presente en todo el mundo y claro está también allá...en Colombia.
Todo esto viene a raiz de un caso que leí sobre una mujer maltratada colombiana que vivía con ello y no queria dejar a su marido ya que eso suponía perder toda la plata (su marido era un prestigioso y adinerado industrial).
Los casos de violencia en las clases altas son más difíciles de ser comprobados porque pueden no dejar signos físicos. Es una violencia sutil, es decir, los golpes son dados en lugares donde no son visibles para el resto de las personas.
Aparte de la violencia física, otra técnica muy recurrente es el chantaje económico. La mujer es amenazada con ser dejada en la calle, con bloquearle las tarjetas de crédito, reducirle el dinero de sus gastos, quitarle el patrimonio. Este sería el problema de la protagonista de la historia, ya que teme que por todo lo que ha trabajado se lo pueda quedar el marido y la futura pareja de éste.
En mujeres de clase baja con pocos recursos esto constituye al igual una gran amenaza, puesto que lo más habitual es que el hombre es el principal sustento de la familia.
Además de esto, es frecuente que la víctima llegue a pensar que es imposible vivir de otra manera. Puede darse algo parecido al síndrome de Estocolmo, al sentir que no sobrevive sin él.
Otro motivo que está también a la orden del día es la vergüenza, el posible rechazo social y en muchos casos las amenazas de su pareja no le permiten denunciar.
Estas son algunas de las muchas razones que nos deberían llevar a plantearnos que la violencia de génera no es una mera cuestión privada, es un problema social que nos concierne a todos puesto que en nuestra mano está cambiar la forma de ver las relaciones entre hombres y mujeres y los roles sociales que desempeña cada uno de ellos.
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